lunes, 10 de agosto de 2009

otro eje norte-norte

OTRO EJE NORTE-NORTE

Cada vez que recuerdo que para dictar mi Residencia en Antofagasta tuve que viajar desde Tucumán por vía aérea haciendo escala en Buenos Aires y Santiago, pienso que la escena sería digna del mejor cine del absurdo y vuelvo a pensar cuántas de nuestras elecciones están preconfiguradas en mapas que aún reflejan estructuras geopolíticas de nuestra modernidad desfasada, aún cuando algunos aspectos de la globalización nos hacen suponer otras cosas. Son harto conocidas las historias de subalternidades entre nuestras ciudades capitales y las provincias, las cuales hablan de las asimetrías con las que se construyeron nuestros países fragmentados y desagregados, asimetrías y tensiones históricas que con frecuencia reactualizan la necesidad de resignificar los conceptos de nación y región.

Sin embargo, estos escenarios postcoloniales empiezan a mostrar algunos signos de cambios que permiten visualizar acciones de re-activación y re-articulación a pesar de -o desde- las crisis de nuestras jóvenes democracias. Esos cambios sociales se ven motivados por diversos hechos propios del actual espíritu de época, en el que las nuevas tecnologías de comunicación y la democratización de la información tienen un peso decisivo, ya que inciden directamente en los hábitos y representaciones de los sujetos al relativizar los límites geográficos y contribuir a una nueva percepción de lo local y lo global.

De alguna manera estos tiempos, en los que nos encontramos honrando aquellos avatares independentistas de nuestras naciones, probablemente sean una buena oportunidad para repensar esa idea de lo ‘independiente’ y cruzarla con el debate sobre el arte y la relatividad de su autonomía. Pero más que plantear este último tema en abstracto, en este caso me interesa poner atención en las nuevas implicancias de la autonomía de la producción artística en nuestros países, y más específicamente en nuestras regiones distantes de las ciudades capitales.

El carácter disyuntivo que plantean estas relaciones entre centros y nuestras periferias, las cuales constituyen sus respectivas condiciones históricas, parece abrir un campo propicio a otras independencias para establecer nuevos vínculos a partir de la ampliación y reconfiguración de sus sistemas de identificaciones. Esto es posible gracias a que una emergencia del campo artístico, hace propicio un tiempo en el que ésta se siente liberada de los determinantes e imposiciones de su coyuntura histórica, lo que a su vez es potenciado por los cambios tecnológicos que facilitan la deslocalización de la cultura.

Quizás sea esta condición, entre otras, la que nos aproxime el norte chileno al norte argentino más allá de sus propias peculiaridades. Se trata de dos regiones que se encuentran en plena renovación de sus concepciones sobre el arte, cuyas prácticas artísticas por mucho tiempo han sido rehenes de las políticas culturales y de las tensiones derivadas de sus condiciones de subalternidad en el contexto nacional. Artistas que de un lado u otro, imbuidos de los nuevos modos de apropiación de la cultura, construyen lo suyo, importando, traduciendo, reciclando partes de una cultura que ya no reconoce localizaciones.

La evidente analogía entre estos campos artísticos suscita una pregunta del todo válida: ¿Qué cosas vinculan esa especie de constelaciones de lucecitas que diseña el antofagastino Salvador Lauriani con el mapa de los territorios saharauis que fueron usurpados, y bordados por sus mujeres y por la artista catamarqueña Claudia Martínez en el norte de África a pesar de que ella viva en España; y esto a su vez con esos otros mapas que borda Carlota Beltrame en Tucumán, o esos cielos limitados por el follaje que Ana María Benedetti construye en Salta?

Pienso también en las ficciones del viaje como posibilidad de encontrar un lugar mejor al que habitamos. Y aquí se me cruzan nuevas imágenes como la de aquel tren de Claudio Galeno, con esos viajes absurdos de Rosalba Mirabella, pero también pienso en esos globos de Yonsin Chiang Flores que no terminan de volar. ¿Qué cruces se producen en estos tiempos con respecto a los lugares físicos de residencia, los lugares virtuales en los que navegamos, los lugares del trabajo, los no lugares, etc.? Mis respuestas están precisamente en este punto: Ser ciudadanos de nuestro pequeño territorio y al mismo tiempo ciudadanos del mundo. Y aquí otra vez la cuestión de las fronteras, la idea de los límites geográficos y su relatividad frente al mundo ilimitado que nos proponen las nuevas tecnologías y por qué no el arte.

El recorte que propongo tiene la intención de ser una especie de fotografía instantánea que reúna artistas, obras, colectivos de gestión y proyectos que den cuenta de un primer estado de situación de ambas regiones. Consecuentemente busco instalar los interrogantes y concepciones sobre nuestros lugares y los modos discursivos de interpelar, referir, presentar o representar nuestras realidades, pero también hablar de las estrategias que nos proponemos para transformarlas.

Una suerte de inventario, ya que la idea consiste en organizar un espacio que abra también la posibilidad de entretejer redes entre artistas interesados en plantear nuevas acciones de integración y nuevas políticas para las regiones involucradas.



Marcos Figueroa
Tucumán, Argentina. 2009